Dos Bocas, Tabasco.- “La historia la escriben los vencedores” es una frase glorificada por Sir Winston Churchill, aquel primer ministro del Reino Unido, hombre de Estado reconocido en todo el orbe por su liderazgo durante la Segunda Guerra Mundial. Esa sentencia universal resuena hoy como presagio, en este punto del Golfo de México para esparcirse por todo el país y proclamar el resurgimiento de la industria petrolera nacional.
Este domingo Tabasco y el Sureste, con el inicio de los trabajos de construcción de la nueva refinería de Dos Bocas, comienzan a reescribir su propia historia de la mano de su hijo predilecto, el presidente Andrés Manuel López Obrador y el acompañamiento del gobernador Adán Augusto López Hernández.
Nada ni nadie puede opacar este momento. Este 02 de junio ha quedado grabado en la memoria colectiva de los mexicanos. Hoy por fin se hace justicia a una región olvidada y abandonada durante décadas.
En las inmediaciones de la Administración Portuaria Integral (API), de Dos Bocas, sede del evento, todo es euforia. En este nuevo capítulo que pasará a la posteridad, nadie quiere quedarse fuera.
Están todos los que tienen que estar. La plana mayor de la industria energética nacional, el sector empresarial, la clase política, integrantes de centrales obreras, la sociedad civil organizada... y hasta vendedores ambulantes de platanitos, helados y paletas que han logrado colarse para “hacer su agosto en junio” y poner sabor a la jornada.
El personal de Pemex, identificado por su clásico uniforme estampado por una gota de petróleo y un águila real en perfil y la abreviatura de la empresa justo abajo del logotipo, está a cargo de la seguridad y trata de imponer orden. Lo logra… a medias.
Un centenar de agremiados de la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México, apostado desde temprano a las afueras de la API, demanda su ingreso al histórico acto. No son corrosivos. Tras minutos de tensión y forcejeos, logran su cometido y se dirigen hacia el patio de maniobras.
“¡Obrador, Obrador, Obrador!”, gritan como consigna. No quieren problemas, sólo manifestar apoyo a su Presidente. Portan banderas blancas que en el centro tienen impresas un águila negra con las alas extendidas sobre una balanza de equilibrio. Para esa hora, el reloj marca las 12:00 del día y la música tropical de la marimba de Paraíso toca a todo lo que da el tradicional “Vamos a Tabasco”. Efervescencia al máximo.
El tiempo también es benevolente. Pese a los nubarrones y las lluvias pronosticadas, el sol se asoma y el calor, aunque picante, es sofocado por una ligera brisa que si bien refresca el ambiente, no es suficiente para opacar la trascendental fecha, mucho menos para apagar el fervor que en su tierra, en su agua, los tabasqueños sienten por su paisano Presidente.
A las 12:32 horas, la bulla explota. Un convoy de camionetas atraviesa la avenida principal de la API. ¡Llegó Andrés Manuel! ¡Llegó Andrés Manuel!, clama la multitud. En efecto, el jefe del Ejecutivo federal aparece en compañía de su esposa Beatriz Gutiérrez Müller y del Gobernador de Tabasco.
Juntos, entre un mar de manos con teléfonos celulares a lo alto, inmortalizando el momento, se abren paso para llegar al estrado que está a espaldas del buque de dragado de la compañía holandesa Van Oord, ganadora del contrato para los trabajos de preparación y retiro de materiales de los predios donde se construirá la nueva refinería.
¿Por qué la refinería en Tabasco?
Con la legendaria imagen de Lázaro Cárdenas, el presidente de México que decretó la expropiación petrolera en 1938, como testigo, López Obrador despeja todas las dudas sobre el proyecto. “¿Por qué la refinería en Tabasco?” –cuestiona. Simple. “Porque es el mejor sitio, no hay otro lugar más apropiado”, revira.
“Es una información que hay que transmitir a todas las regiones”, instruye. “A este puerto, a Dos Bocas, a esta terminal marítima, llega todo el petróleo que se produce en el Sureste, en Campeche y en Tabasco y eso muchos no lo saben”, puntualiza.
Se escogió Dos Bocas -precisa-, porque aquí llegan un millón cien mil barriles diarios de crudo y de aquí se exporta ese crudo o va a los ductos para abastecer las seis refinerías del país. “Imagínense cuánto nos ahorramos en instalaciones si ya llega aquí el petróleo”, explica sin tapujos.
Aclara que si bien esta nueva industria de refinación del crudo -en la que se invertirán 160 mil millones de pesos en tres años- representa un beneficio para Tabasco y para el Sureste, además de ser técnicamente lo más recomendable, constituye un acto de justicia para la región, dice categórico. Los aplausos y las porras estallan.
Previamente, Adán Augusto había dado dimensión a la importancia de esta nueva industria que estará ubicada en un terreno de 566 hectáreas de Pemex Transformación Industrial y que una vez en operación procesará 340 mil barriles de petróleo por día.
En su certero diagnóstico, el mandatario de Tabasco pone los puntos sobre las íes. “Después de una larga lucha, un añejo anhelo de los mexicanos se concretiza. En esta soleada mañana, inicia la construcción de una refinería que significa en realidad el inicio de la Cuarta Transformación Nacional. ¡No más dependencia energética del extranjero!”, clarifica.
Aquí donde el verde nace a flor de agua, López Hernández deja claro a los incrédulos que los mexicanos y los tabasqueños somos capaces no nada más de cuidar nuestro petróleo. “Somos capaces de transformarlo y de obtener la autosuficiencia energética. Desde aquí, señor Presidente, le decimos: Tabasco va a acompañarle en esta travesía y no vamos a fallarle”, promete.
Las argumentaciones del por qué sí de una nueva refinería la complementan la secretaría de Energía, Norma Rocío Nahle García, y el director general de Pemex, Octavio Romero Oropeza, dos funcionarios que al frente de sus dependencias, según consigna el Mandatario de México, harán la simbiosis perfecta para llevar a buen puerto el proyecto.
El reloj marca las 13:50 horas. Se entona el himno nacional mexicano. El momento ha quedado inscrito en los anales de la historia. Las bocinas del buque de dragado abanderado con los colores naranja, blanco y azul marino de la insignia holandesa rugen marcando el inicio oficial de los trabajos de construcción.